miércoles, 20 de enero de 2016

Me pregunto si la vida moderna no estará teniendo más de moderna que de vida.



Me declaro culpable de esta insensibilidad que se metió en mis adentros como una bocanada de aire que acoges en tu aliento. Me declaro culpable de dejarme llevar atada a las riendas de algo inexistente, pero que azota fuerte, que nos condiciona, que nos atrapa, que nos mata lentamente.

No pretendas engañarme,
no puedes volar siguiendo aprobaciones, no puedes considerarte libre con condiciones y no me vengas con la historia de tu independiente vida, si vives pendiente de los demás. Que rabia, saberme culpable de participar en esta mentira, que injusto vivir por y para los que están lejos y olvidarnos de los que tenemos cerca, que triste aquellos que vienen hoy a la vida y no puedan sentir lo que éramos antes de toda esta maquinaria barata en la que nos estamos convirtiendo.

Que precioso seria vernos sin este triste maquillaje que nos disfraza ante la sociedad moderna, que interesante seria escuchar unos argumentos fuera de 140 caracteres, que bonito seria fotografiarnos con los ojos y guardarnos en el recuerdo. Que tranquilo se quedaría el mundo si todos nos respetásemos y no impusiésemos una forma de vida sobre otra, pero… ¿qué vida? ¿acaso vives la tuya?.


Nos gusta lo incongruente, vivimos inconformistas a todo, pero seguimos el patrón general que por regla universal nos han impuesto vivir. Que te exijan ser algo en esta vida es obligación, sin embargo, que te idealicen el cómo, es el primer beso de despedida frente al espejo. Y así nos encontramos, compitiendo para ser los mejores, riéndonos de las diferencias, sintiendo arreglar el mundo sin ni siquiera preguntar si quieren cambiar y viviendo como si nuestra vida y la de los demás fuese nuestra.


Sheila.