domingo, 7 de diciembre de 2014

La lluvia que se equivocó de cielo.


Resulta difícil en muchas ocasiones entender los duros latigazos que nos puede dar la vida. Y nos invade la cabeza el ansia de encontrar respuesta al “por qué”, debido al dolor producido de alguna honda herida, o que peor… la ausencia de algo que tuvimos, y ya no está.

Y de verdad que me resulta difícil entender la repugnante avaricia de los que tienen y quieren más, los malos tratos, los límites u obligaciones autoritarios o la superioridad de unos sobre los otros. Pero te prometo que todo esto no existe en mi mundo cuando mi mente cae en la cabezonería de intentar entender la tristeza que se ha abrazado a tu cuerpo. No se explicar lo que pasa por mi mente cuando veo salir de tus ojos una gota de tu lluvia, pero me volvería un genio obcecado por una invención, que aunque realmente utópica, hiciese volver esa lluvia a su verdadero cielo y no al tuyo.

Sin embargo, siento no ser un genio, siento no poder devolverte la ausencia de lo que aun oyes, pero si quieres nos fundimos los tres en un abrazo: tú, yo y tu tristeza; y quizás en vez de cuatro lágrimas, solo se te escapen dos. Si quieres puedes contar conmigo para llover juntos, atormentándonos y olvidando la realidad mediática que hacen parecer importante, y damos importancia a lo importante como que tu corazón, de repente un poco más viejo a tu joven edad, puede caer sobre el mío siempre que necesite soltar las cuerdas.


Sheila.