Nacemos
y morimos solos. Pero pasamos nuestra vida condicionados a lo que supuestamente
tenemos que vivir, a lo que nos impone nuestro entorno, sin embargo: ¿lo que tú
realmente quieres? ¿A dónde va a parar? Te dan alas, pero dentro de una jaula.
Puedes hacer esto y lo otro, pero sin pasarte de la raya. Me enerva oír cómo
pasan los minutos, me entran ansias. Creeréis que estoy exagerando, pero seguro
que es porque ninguno de vosotros os habéis planteado muchas preguntas. Estamos
condicionados a vivir lo que supuestamente tenemos que vivir a cada edad. Pero ¿Quien
cojones ha tenido la cabezonería de imponernos que a los sesenta años una mujer
ya no se puede enamorar? ¿Quien dijo que un amor pasado por la iglesia era más
valido que uno libre sin papeles de por medio? ¿Por qué nos vemos obligados a vivir
buscando nuestra media naranja? Suena bonito, pero a la vez es esclavizador y
angustioso para muchas personas.
Lo
bonito que sería todo sin esa presión por buscar la vida perfecta, con la
pareja e hijos perfectos. Lo bonito que serian los días sin saber que va a
pasar en tu vida y que las cosas no sean buscadas por ansia a esos condicionamientos,
si no que sean impulsos desconocidos que vengan a alegrarte el alma por lo
nuevo. Una pena que cada día vivamos lo que nos estipulan a vivir. Una pena que
los sentimientos sean meras repeticiones que se han ido pasando de generación en
generación y que se vean cada vez más fríos. Sin embargo, tengo suerte de saber
que aun, a pesar de todo, existe gente capaz de mantener los pies a flote y que
entiende de lo que hablo, gente que es capaz de brindar por los deseos más
desconocidos con la mayor libertad del mundo y a carcajadas.