sábado, 28 de diciembre de 2013

E, Urquijo.






Aunque tú no lo sepas,desde que te conozco ya no ando mirando al suelo,
aunque tú no lo sepas, algunas madrugadas me he casado contigo mientras dormías,
y de la mano, nos hemos ido de luna de miel.

Aunque tú no lo sepas, trescientas treinta y una son las veces 
que me cosiste la comisura a la altura de los carrillos,
trescientas treinta y una,
son las veces que me mire la camiseta y descubrí sangre,
y nadie a mi alrededor se dio cuenta, solo yo.


Aunque tú no lo sepas, cada vez que has decidido irte,
siempre te has quedado conmigo,
aunque tú no lo sepas cada vez que entrabas por la puerta tan vacía,
traías tanto para mí...

Y aunque tú ni lo escuches, 
el gran Enrique Urquijo te escribió una canción,
y aunque él ni siquiera te conociese,
es toda tuya.



Sheila.




martes, 17 de diciembre de 2013

De guerreros y armas.




Es imposible retirarse a tiempo
cuando la cremallera de tu silencio se abre
y pronuncia mi nombre,
cuando veo como se te van desabrochando las ganas.

Entonces saco mi bandera blanca
y mi cuerpo se rinde en son de paz hacia en tuyo.
Me vas despojando de mis armaduras,
mientras que tus dedos salvajes me atacan
y me van matando esas ganas de luchar por mi.

No conozco argumento más convincente que tú buscando guerra,
una guerra por salir de un corazón dudoso sin destino.

Firmaría tres mil treguas en tu piel,
te contaría el trato bajito y al oído
si algún día tuviese huevos de hablar,
y no de callar.

Diez guerreros se apoderarían de tus caderas,
cinco en cada curva,
el viento llevaría mi aliento tan fuerte
que te retiraría el pelo de tu cara,
clavándome un dardo más.

Abriría las compuertas para dejar salir
una corriente de agua que recorriese el sendero
de tu cuello hasta el pecado más dulce
que jamás hubieses probado.

Firmar una tregua contigo
es uno de los mayores pecados que he podido cometer.

Y tu sin embargo,
con armaduras de hierro y escudo
ante mi desnudo.
Y tu sin embargo,
como siempre,
creando hogueras sin querer quemar a nadie,
intentando salir ilesa,
mientras que yo me derrito
cada vez que sacas tu bandera negra con la calavera.

Te espero hasta cuando crees que me has matado,
hasta cuándo ni sabes que he resucitado,
hasta cuándo ni existes.



Sheila.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Tus maravillosos (d)efectos.




Por favor, quítate eso que haces llamar tus defectos.
Quítatelos y dámelos,
que yo me los guardo en un cajon
y además déjame darte las gracias por ello.

Así podre lamer todas tus heridas,
que te hacen ser diferentes.
Déjame que me quede con esos kilos que no te gustan,
que les hago un hueco en mis manos.
Dame todas esas marcas que te avergüenzan,
que me las tatúo en el corazón.
Regálame esas ganas de nada y ese mal humor.

Guardare todas tus inseguridades y miedos,
y los apretare contra mi pecho
cuando creas que todo eso me puede alejar de ti.
Y sin embargo,
esas cosas que haces llamar tus defectos,
son tus mayores bellezas.

No hace falta que me des tus mejores caras,
ni que vengas maquillada ni tus mejores galas,
no hace falta ni que vengas
para saber que eres el efecto más precioso que he conocido.

Déjame todas esas cosas que te pesan,
que yo las guardaré,
solo quiero que sepas que llegaras a ser tan perfecta
que llegarías a ser una copia aburrida mas del rebaño
y no hay mayor defecto que ser perfecta.

Y siento decirte,
que yo cada vez me siento más perfecta,
cada vez que veo esas cosas que haces llamar tus defectos.




                                                                                                                               Sheila.







 

domingo, 1 de diciembre de 2013

Resbala.




Tengo miedo de dejar que el agua corra
y nos encontremos de nuevo en desvíos,
como esas gotas que se unen en el cristal mientras llueve.

Suelen decir que el miedo es para los cobardes,
pero quisiera yo ver a algún valiente
saliendo de tus adentros como si nada hubiese pasado.
Intentar salir de ti sin ninguna lanza en el pecho,
es como intentar volar con las alas atadas.

Tengo miedo de que una simple tarde de invierno,
el aire de roce con tanta fuerza y te rasque
que te descubra más por dentro.
Miedo a (des)cubrirte,
cuando tú te hayas cubierto,
y no tengas frío.

Entonces arderán las yemas de mis dedos
como lo hacían las tuyas cuando te metías dentro de mi
y tu aire se convertía en mi mejor calefacción.

Pero ahora que el invierno se asoma y aprieta el frío,
me queda esta humildad de conformarme con tu recuerdo
como el mejor secreto,
ardiendo por dentro.





                                                                                                                                                 Sheila.