A veces me gusta imaginarme detrás de otra piel y así poder verte de cerca. O ser hoja de aquel árbol que da a tu ventana y espiar detrás de un nido la forma en la que amaneces cuando te da el primer rayo de sol de la mañana en la cara. Me gustaría verte en blanco y negro y sonriendo, en color sepia hace años o en colores vivos cuando miras.
A veces voy por la calle y te imagino en las caras de las personas, en el reflejo de los escaparates, en los asientos de los coches que cruzan por mi lado o viviendo en algunos de los edificios que forman esta ciudad. Te imagino haciendo tu vida sin mí, te imagino feliz, paseando por los parques, te veo mirando a los ojos, riendo, excitada y llena de vida.
Pero solo hago eso, imaginarte, porque me gusta verte libre, aunque tu libertad limite en la frontera de unos brazos que no son los míos. Como estoy yo, en unos brazos que no son los tuyos, pero libre la una de la otra. Y llegaré a esos labios que se apoyan en los mios y me besan, viviré acorde con su mano, le amaré, pero no seras tú, y en algún momento, por un instante, tanto tu como yo, nos imaginaremos libres con nuestras vidas, pero atadas al recuerdo de aquello inexistente y poderoso que no fue, ni será, porque vivimos amando, y no hay mayor delito que hacer sangrar a un corazón, por culpa del gran misterio de unos labios que jamás probaré por la cobardía respaldada de tan sediente deseo como es sentirla conmigo.
Sheila.