miércoles, 9 de julio de 2014

Carta desconocida II.


Y como siguió mi vida después de verle pasar, supongo que ella siguió con la suya. Sin embargo, seguro que estaría ausente de este entrelazado de intestinos que se labraba en mi interior, porque nunca me vio, y quizás si me hubiese visto, seguiría igual.
Pero yo, fiel como un perro viejo a su dueño, llegaba puntual a aquella cita imaginaria, con mi vestido de nervios movimiendose como lazo en un ventilador, mirando aquel libro que me salvaba de la excusa solitaria. Aquel libro era mi único cómplice y compañero en esas tardes que esperaba verte pasar.

Las siete de la tarde; como siempre el sol me da en la cara. Con un tremendo suspiro agacho la cabeza y miro como aquellos zapatos, que eran únicos, marcan el paso que se cuela por mis oídos. Mis manos comienzan a resbalarse de aquel libro y me apoyo en mi rodilla para sostener esta vergüenza.
Y así pasan los días, viendo como te alejas desinteresada con todo lo que hay en tu alrededor y con la sencillez por bandera sin saber ni siquiera que llevas una cuerda atada a tu tobillo izquierdo en la cual arrastras mi mente, desde yo me veo en aquel banco sentada, ausente... viéndote pasar.

Y así pasando los días...
siendo el capitán cobarde de este barco, donde mi mayor tesoro han sido lograr dos miradas que cada vez se distorsionan más con mi imaginación y es por eso que en ocasiones me asomo a la proa, por si a tu mirada le da por darme fuerzas a naufragar y llenar este baúl.


Pero como ya te he dicho,
soy un capitán cobarde
al cual cuando te ve pasar sabe que se avecina tormenta
y me permito la mayor idiotez del mundo
que es la de poner los pies en la tierra.



sheila.

1 comentario:

  1. Y personalmente a mí los dos últimos párrafos me erizan el alma, a la vez que me entran unas ganas inmensas de amar al amor y de reafirmarme a mi misma que no hay cosa que merezca más la pena y la alegría que esos momentos que el hecho de querer y sentirse querido se siente en nuestra propia piel.
    Es que de verdad, tras leer este texto lo único que puede sentir un corazón es, ya sea en el papel de la chica que espera sabiendo lo que espera o en aquella que pasea sin saber aparentemente nada, formar parte de una historia así.

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