Vuelven como cada
noche.
Viajan desde el
interior,
vuelan dentro de la cúpula de cristal
con vistas a la
vida.
A mi vida.
Un mirador único
donde se reunen y revolotean
sin ningún remordimiento,
pensamiento tras
pensamiento,
persiguiéndose y
llenando de calor mi cabeza.
Llenan de calor mi
cabeza,
y sin embargo,
vuelven a mis
noches frías.
Huyen unos de
otros,
pero es imposible
escapar de uno mismo
y me llevan hacia
la angustia
al mismo tiempo
que veo el amanecer por mi ventana.
Entonces,
el día se asoma,
los demás
despiertan,
y me regalan una
sprint final
donde me evaporan
los cristales de mi retina,
condensando mis
miedos más profundos al exterior,
precipitando las lágrimas
al vacío.
Vacío,
como parecía aquel
cuarto,
cuando la observe
encima de la cama con últimos suspiros de vida.
Pero como un
cuento,
un rayo de sol penetró en todo su ser,
y desde la cama,
me vi desaparecer
de aquella esquina de la habitación
y supe,
que era el cuento
de todas mis noches:
el de nunca
acabar.
Sheila.
Me encanta lo sencillo que haces q parezca expresar algo tan profundo, tuyo y personal como jodidamente cotidiano y normal para el resto de personas.
ResponderEliminarEs increíble el hilo con el que unes tu caos y consigues, sin pretenderlo, que nosotros hilemos uj poco el nuestro. Viva tu refugio
Forgotten words