Empezando
por arriba, los bosques más hermosos eran tu pelo, donde me perdía con ese olor
a naturaleza, con ese a amor. Un poquito más abajo me adentraba en esos dos
soles que me abrasaban por las mañanas con el reflejo de esos ojos color café,
tan preciosos que me hacían cerrar los míos de sentimiento. Después venia lo
dulce, una corriente de agua fresca que no me enfriaba por mucho que probara
esos labios, acababa ardiendo, me acababa abrasando y entonces seguía el camino
por esa carretera que recorría ese cuello que solía oler a noche de abrazos y
besos, a mi saliva junto la tuya. Luego estaban esas curvas preciosas que me
daban tanto miedo, pero a las que me pegaba como un Ferrari, las que agarraba
con tanta fuerza que al seguir el camino recto me encarrilaba a besos hacia tus
piernas a tanta velocidad que muchas veces adelantamos a la luz. Hacíamos una
naturaleza preciosa, nacían manantiales donde antes había llamas,
recuerdo que durante muchos meses vivimos a base de nuestra luz natural.
Sin
embargo el tiempo suele estar loco y una ráfaga de viento fuerte vino a visitarnos.
Se llevo ese olor de tu pelo lejos de aquí, se lo llevo a la libertad. Y Ahora
solo existe un sol y el único café que veo es en una amarga taza de propaganda.
Y ahora no existe agua caliente que me haga calentar y ese miedo a las curvas,
subidas y bajadas se ha vuelto mi rutina, pero no la de tu cuerpo, sino la de mi
vida.
Sheila.
Pareceré un loro, falto de originalidad, con menos vocabulario que un mudo y que solo sabe decir las mismas palabras una y otra vez, pero es que este texto levanta cualquier cuerpo, tanto de amor como de escozor, toca todo corazón, primero acariciando y luego desgarrando poco a poco... no se es sencillamente imposible no quedarse sin saber muy bien que decir...
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